1.12.2005

¡¡¡Destrucción!!!

Es la excusa perfecta para un cambio profundo, radical... El odio y el fanatismo que la impulsan on son sino manifestaciones encubiertas de una disconformidad intolerable rsepecto de lo preestablecido, de lo aceptado, de aquello que se da por sobreentendido, y hasta a veces, por natural e inmutable.

Así, afloran las tendencias destructivas como un fantasma que se materializa desde la oscuridad del deseo de una renovación con pretensiones de universalidad, reprimido por décadas, y hasta centurias de aparente conformidad y aceptación.

Es desde esa represión generalizada que se van tensionando cada vez más los hilos de los tejidos sociales, que mantienen a las comunidades desvenvolviéndose bajo un conjunto de premisas en común, orientadas a la consecución de objetivos compatibles que van perdiendo sentido conforme la tensión aumenta y con ella, la sombra destructiva va anexando nuevos territorios de la vida cotidiana y el saber popular. Como la manifestación explosiva de una fuerza incontenible que continúa creciendo hasta el momento en que finalmente colapsa, la destrucción arrasa en un instante con los cimientos de un conjunto de valores, con conocimientos y afectos construídos y cultivados lentamente que generaron una cronología histórica cuya inercia llegó a delinear culturas enteras, reduciéndolo todo a un suceso atemporal vislumbrado como un puñado de cenizas repulsivo e indeseable...

Pero, curiosamente, la destrucción misma se confunde con ese puñado de cenizas y es juzgada como un acto barbárico e injustificable. Paradójicamente, las nuevas construcciones y cimientos a que inexorablemente da lugar el acto destructivo, son alabadas como válidas y hasta naturales mientras que todo lo anterior cae en el abismo de lo incorrecto, de lo inaceptable, con lo cual el repudio del acto destructivo se convierte en una hipocresía de colosales proporciones, más aún recordando que tras el acto destructivo y las subsiguientes nuevas construcciones, las sociedades no hacen más que prepararse para un nuevo estallido desolador que reduzca a su mínima expresión todo aquello que se va cultivando después de la última explosión de destructividad.