2.22.2016

Alfa & Omega

Alfa & Omega Descenso, de las nubes a la Tierra, de la Tierra a los infiernos, del infierno a la muerte y de la muerte a la vida. El ciclo se cumple, inmutable, ya en la fatalidad violenta de la creación, ya en el benévolo empujón hacia la extinción del cuerpo, ya en la colosal lucha de todo lo que está en medio: esa dulce y bendita maldición del ser sólo por ser, sin motivo, sin razón, sin propósito, sin camino escrito y sin destino. Ser por ser, el fin máximo en sí mismo y a su vez, apenas una efímera, dolorosa transición entre 2 eventos inexorables y tan poderosos que dan a todo tanto sentido como el que impunemente arrebatan. Vida, expresión del deseo, de la perseverancia, de un capricho de la máxima irrelevancia que se vuelve plastilina al luchador, oportunidad al optimista y al que encuentra en un reto una aventura, o acantilado insuperable, de escollos demasiado altos, de filos y aristas insoportables ante el que sólo existe y tiene miedo de ser. Muerte, fuente de impulso a lo intenso, desafío a vencer para el tenaz, el creativo y el terco, luz insoportable que disipa lo incierto al que intenta ver más allá... O nube gris tronadora al final de un camino perdido, tortura que engendra anclas de recuerdo impidiendo escapar al pasado para aquel que se da por vencido, sin haber comenzado. Vida, más allá del azul muerte del cielo, muerte, bajo el verde vital de los suelos. Transformación de agua en nube, de nube en cielo y atmósfera omnipresente de oxígeno denso e hidrógeno esquivo. De hidrógeno disperso en nebulosa espesa, que sobre si misma danza por milenios hasta volverse fuego y corazón de una estrella. Transformación de la diáfana desnudez de la simple materia en la complejidad incierta de la célula viva.