12.07.2005

Crónicas de un imbécil: Parte I

El legendario jubilado, con sus zapatillas desatadas y su gorra beige, se levantó temblorosamente de su asiento y, con una expresión atemporal, se aferró al frío metal tan fuerte como pudo mientras la solapa de su saco - viejo compañero de aventuras de épicas proporciones - se daba vuelta en clara señal de rebeldía contra la gallarda osadía de su amo.
Sus bigotes blancos flameaban con el viento fresco de la tarde y sus ojos miraban irrecuperablemente hacia un pasado indeseablemente perdido.
Tanta decisión en sus movimientos, tanta perfección en la coordinación secuencial de acciones fue la suya que no pude menos que quedar absolutamente perplejo.

Jamás había visto a alguien tocar el timbre de un colectivo en forma tan heroica, tal fue el poder de sus actos que el gigantesco caballo de acero con muchas sillas de montar, detuvo su marcha ante la petición del grandioso y vetusto campeón.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Una linda descripción de los detalles que uno jamás podrá conocer al ver simplemente un cuerpo en un colectivo.

Maravilloso.

Saludos, señor del subte. (Sí, sé que era usted)

miércoles, mayo 10, 2006 7:05:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola!!! Soy vos mismo, o sea yo!
A veces pienso que sos un genio, pero sin la genialidad.
El dilema es ¿qué cornos sería de mi vida, sin vos?

Saludate a vos mismo de tu propia parte!

Yo.

lunes, mayo 22, 2006 9:51:00 p. m.  
Blogger Victoria said...

Muy bueno... es verdad, los detalles tuyos son irreemplazables.

miércoles, octubre 01, 2008 11:27:00 a. m.  

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